Una sesión de homenaje
Una sesión extraordinaria de la Comisión Interamericana de DD.HH. recordará en Buenos Aires aquella visita donde por primera vez se documentaron denuncias por la represión.
A 30 años de la histórica visita que realizó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) durante la dictadura, mañana se celebrará el aniversario con una sesión extraordinaria del organismo en el país. En ese marco se realizarán hasta el viernes paneles y mesas donde participarán las autoridades actuales de la comisión y algunos de los integrantes que formaron parte de la comitiva que arribó en 1979. Provocó “esperanzas entre las que buscábamos a dos generaciones en soledad”, recordó la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
A las 15.30 de mañana, el canciller Jorge Taiana y el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, abrirán en el auditorio Manuel Belgrano de la Cancillería la sesión extraordinaria que la CIDH celebrará en el país para conmemorar el 30º aniversario de la visita. Organizado por el gobierno argentino, el evento contará con la presencia de algunos de los integrantes de la misión en 1979 como los ex comisionados Tom Farer, de Estados Unidos, el colombiano Marco Gerardo Monroy Cabra, y el entonces secretario ejecutivo, el chileno Edmundo Vargas Carreño, así como sus autoridades actuales.
Entre los paneles que forman parte de la celebración, y que se extenderán hasta el viernes, a las 16 del miércoles las autoridades de la CIDH analizarán “El Sistema Interamericano de Derechos Humanos hoy”, y una hora más tarde tendrá lugar la mesa “La visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la Argentina. Impacto internacional. Significado de la visita 30 años después”, con la participación de la ministra de Defensa, Nilda Garré, y los ex comisionados Farer, Monroy Cabra y el periodista de Página/12, Horacio Verbitsky. Al finalizar, Taiana descubrirá una placa conmemorativa.
La CIDH, organismo creado en 1959 por la Organización de Estados Americanos (OEA), recaló en Buenos Aires en 1979 en plena dictadura de Jorge Rafael Videla, quien los recibió a regañadientes con la campaña que decía “Los argentinos somos derechos y humanos” desplegada por todos los medios para contrarrestar la “campaña antiargentina en el exterior”, como llamaban a las denuncias sobre desaparición y torturas que los organismos de derechos humanos realizaban fuera del país. En dos semanas, la CIDH recibió 5580 denuncias de violaciones a los derechos humanos y llegó a recorrer algunos de los centros de detención, como la Escuela de Mecánica de la Armada, aunque los detenidos habían sido trasladados y las instalaciones reacondicionadas para esconder rastros.
“La Comisión ha llegado a la conclusión de que, por acción u omisión de las autoridades públicas y sus agentes, en la Argentina se cometieron durante el período 1975 a 1979 numerosas y graves violaciones de fundamentales derechos humanos reconocidos en la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre”, señalaba el informe final elaborado por el organismo, rechazado y censurado por Videla y finalmente publicado en 1980. En otra de sus conclusiones, la CIDH planteaba que “en particular, la Comisión considera que esas violaciones han afectado el derecho a la vida, a la libertad personal, a la seguridad e integridad personal, de justicia y proceso regular”, y puntualizó sobre “violaciones a la libertad de opinión, a los derechos laborales y políticos”.
La visita provocó “esperanzas entre las que buscábamos a dos generaciones en soledad”, resaltó la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y recordó cuando formó la larga fila de familiares en la sede de la OEA en Avenida de Mayo al 700 junto con su esposo para entregar la escasa documentación con que contaban sobre el secuestro y desaparición de su hija Laura, embarazada de dos meses y medio de la nieta que, treinta años después, aún no pierde las esperanzas de localizar. Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, también señaló que la visita generó “grandes expectativas por la importancia que tenía que en el mundo se conociera lo que estaba ocurriendo”, a pesar de que “las cárceles fueron tapiadas y a los presos se los seguía torturando”.
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