"No hay que contar con su arrepentimiento,
ni hay que esperar del cielo este trabajo:
el que trajo a la tierra este tormento
debe encontrar sus jueces aquí abajo,
por la justicia y por el escarmiento".
LA CANCIÓN DEL CASTIGO (poema completo)
No hay que contar con su arrepentimiento,
ni hay que esperar del cielo este trabajo:
el que trajo a la tierra este tormento
debe encontrar sus jueces aquí abajo,
por la justicia y por el escarmiento.
No lo aniquilaremos por venganza
sino por lo que canto y lo que infundo:
mi razón es la paz y la esperanza.
Nuestros amores son de todo el mundo
Y el insecto voraz no se suicida
sino que enrosca y clava su veneno
Hasta que la canción insecticida,
levantando en el alba mi tintero,
llame a todos los hombres a borrar
al Jefe ensangrentado y embustero,
que mandó por el cielo y por el mar
que no vivieran más pueblos enteros,
pueblos de amor y se sabiduría
que en aquel otro extremo del planeta,
en Vietnam (o Panamá, o Afganistán, o Irak o...),
en lejanas alquerías,
junto al arroz, en blancas bicicletas
fundaban el amor y la alegría:
pueblos que Nixon (o Bush), el analfabeto,
ni siquiera de nombre conocía
y que mandó matar con un decreto
el lejano chacal indiferente.
Pablo Neruda (Chile)
LA CANCIÓN DEL CASTIGO (poema completo)
No hay que contar con su arrepentimiento,
ni hay que esperar del cielo este trabajo:
el que trajo a la tierra este tormento
debe encontrar sus jueces aquí abajo,
por la justicia y por el escarmiento.
No lo aniquilaremos por venganza
sino por lo que canto y lo que infundo:
mi razón es la paz y la esperanza.
Nuestros amores son de todo el mundo
Y el insecto voraz no se suicida
sino que enrosca y clava su veneno
Hasta que la canción insecticida,
levantando en el alba mi tintero,
llame a todos los hombres a borrar
al Jefe ensangrentado y embustero,
que mandó por el cielo y por el mar
que no vivieran más pueblos enteros,
pueblos de amor y se sabiduría
que en aquel otro extremo del planeta,
en Vietnam (o Panamá, o Afganistán, o Irak o...),
en lejanas alquerías,
junto al arroz, en blancas bicicletas
fundaban el amor y la alegría:
pueblos que Nixon (o Bush), el analfabeto,
ni siquiera de nombre conocía
y que mandó matar con un decreto
el lejano chacal indiferente.
Pablo Neruda (Chile)
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